No hay relación humana más impactante que nos forma directamente que la relación que tenemos con nuestra madre. Nuestra madre forma la base misma de lo que somos: nuestros hábitos son los hábitos de nuestra madre; nuestras creencias son las creencias de nuestra madre. Mucho de esto es inconsciente y apenas se percibe e inevitablemente condiciona nuestra propia esencia.
Cuando la herida de la madre sana, ya no es un trauma continuo o un factor de control en la vida, sino más bien un portal para la compasión, la inspiración, la sabiduría y el amor incondicional.
Sanar a mamá es aceptarla como es, darle el lugar que le corresponde en nuestra vida, tomar su fuerza hasta llegar a la comprensión profunda que nos dio todo lo que podía dar, con la conciencia y las herramientas que tenía en ese momento. Sanar a nuestra madre es soltar a la mamá idealizada para abrazar a la madre real, humana, con heridas igual que nosotros. Cuando sanamos la energía materna podemos caminar hacia la vida con pasos firmes, podemos aprender a sostenernos y amarnos.
Te invito a dar estos pasos que llenarán tu vida de paz y fuerza interior.