La mentira de nuestra imperfección

Cuando somos niños pequeños, somos completamente auténticos.  Nunca fingimos ser lo que no somos.  Nuestra tendencia natural es jugar, explorar, vivir el momento, disfrutar de la vida.  Nadie nos enseña a ser de este modo, nacemos así.  Esa es nuestra verdadera naturaleza.  Necesitamos volver a nuestra integridad, a ser como éramos antes de aprender a hablar.  Perfectos.

Los seres humanos nacemos en la verdad, pero crecemos creyendo mentiras.  Una de las mentiras más grandes es nuestra imperfección, que no es más que un cuento, pero lo creemos y lo utilizamos para juzgarnos, castigarnos y justificar nuestros errores.   No ser perfecto es la mayor excusa que el ser humano utiliza para justificar sus acciones, ante todo aquellas consideradas como negativas.  

Cada vez que nos mentimos, nos juzgamos, nos rechazamos a nosotros mismos, nos maltratamos. 

¿Cómo podemos conocer la verdad?

La verdad no necesita que nadie crea en ella.  La verdad sigue siendo la verdad, creas en ella o no.  No podemos decir lo mismo sobre las mentiras.  Las mentiras solo existen porque creemos en ellas.  Un ejemplo de esto son los dioses griegos, que en el pasado eran adorados por miles de personas; en la actualidad, no son más que leyendas.  Lo ves, cuando dejamos de creer en las mentiras, éstas desaparecen y la verdad se vuelve obvia.

Para conocer la verdad, necesitas experimentarla.  Los seres humanos para validar nuestras percepciones, creamos historias en torno a ellas porque tenemos la necesidad de comprender, describir y expresar lo que nos sucede, y lo hacemos tomando en cuenta únicamente nuestro punto de vista, distorsionando de esta forma la verdad.  Distorsionamos lo que percibimos a fin de que nuestra interpretación esté de acuerdo con lo que ya creemos. 

Vivimos en la historia que creamos y en los conceptos que almacenamos en nuestra mente, nos decimos: puedo ser esto, pero no puedo ser aquello.  Soy de este modo, y nunca seré de aquel otro.  Si no nos gusta nuestra historia, la buena noticia es que nosotros somos los autores, los guionistas; podemos cambiarla.  Utilicemos esa creatividad para otros fines.  La creatividad que tenemos para mentir, usémosla para crear un mundo de forma coherente y realista, por favor.  Nos irá mejor.

“Madurar es desarrollar la capacidad de decir la verdad sin tener ningún miedo a las consecuencias”

El ser humano, reclama las cosas cuando las pierde y una de esas cosas, es la verdad.  Entonces ¿por qué tenemos miedo a decirla a vivirla, a experimentarla?

Decimos que queremos saber la verdad de las personas, que queremos gente original, autentica, que nos diga las cosas, aunque no nos guste lo que nos digan.  Que preferimos una persona que va de cara, que no otra que da la cuchillada por detrás.

Queremos la verdad, porqué así creemos que nos sentimos más seguros sabiendo donde estamos parados, a qué tipo de persona nos estamos enfrentando, o que consecuencias va a tener la verdad.

Desde entonces, hemos ocultado lo que hemos hecho, sobre todo si se sale de lo establecido y si los demás no lo van a ver con buenos ojos.  La presión de la sociedad por el aparentar, el miedo al castigo y a las consecuencias, lo único que crea son personas que empiezan a ocultar la verdad, que no se hacen cargo de sus actuaciones y que comienzan a conocer las excusas, sobre todo si alguna vez le han sacado de apuros.

Estamos hechos de creencias y experiencias. 

Vemos el mundo según nuestras creencias y experiencias. Y estamos muy confundidos. Nos estamos perdiendo los millones de formas que tiene la sociedad de ver el mundo con sus matices. Desapeguémonos de nuestras creencias, escuchemos otras opiniones.  

Posibles razones que nos impiden expresar nuestros sentimientos:

  • Miedo a ser rechazados. 
  • Pretender sentirnos bien todo el tiempo. 
  • No sentirnos lo suficientemente valiosos.
  • Timidez. 
  • Haber tenido malas experiencias en el pasado. 
  • Querer evadir el conflicto. 
  • Falta de costumbre. 

Las emociones en el manejo de la verdad.

En el libro: El Camino, hablo mucho de las emociones, porque me cautivo descubrir años atrás que no son buenas ni malas, que son auténticas y provienen directamente de nuestro espíritu, de esa parte de Dios que habita en nosotros, de nuestra integridad; y que están a nuestro servicio haciendo la función de brújula indicando a través de sensaciones corporales, cuan cerca o alejados estamos de nuestra esencia, el amor. 

Afortunadamente no es posible fingir lo que sentimos.  Podemos intentar reprimir las emociones, justificarlas o mentir al respecto, pero lo que sentimos es auténtico.  Es real y lo estamos experimentando como tal en el cuerpo.  No hay nada malo con nada de lo que sentimos.  Aun cuando estamos sintiendo odio, enojo, miedo, tristeza, proviene de nuestra integridad.  

Expresar nuestro amor también es algo natural.  Nuestro corazón está hecho para producir tanto amor que podemos enviarlo al mundo entero.  Si no podemos sentir amor es porque nos estamos resistiendo a él, es porque hemos aprendido a dejar de expresarlo.  Cuando somos pequeños y la gente nos dice que no deberíamos ser como somos, empezamos a reprimir la expresión de nuestro yo auténtico.  Tenemos miedo de amar porque el amor nos hace vulnerables. 

El amor nos hace fuertes, el egoísmo nos hace débiles.  El amor no duele. Lo que duele es el miedo, el egoísmo y el control que provienen de las mentiras que creemos.  Cuando ya no creemos en las mentiras, el amor empieza a salir de nosotros automáticamente.   Por ejemplo: cuando observamos a un niño pequeño que nos sonríe y sentimos algo por él, eso es amor. 

Aprender a escucharnos y a escuchar a otros sin juzgar.

No necesitamos juzgar a la gente porque mienta. Las personas siempre estamos mintiendo, y cuando no nos damos cuenta, ni siquiera sabemos que lo estamos haciendo.   Escuchemos a las otras personas contar su historia, pero teniendo siempre presente que lo que contamos y lo que nos cuentan, solo es verdad para cada uno de nosotros.   

Con este conocimiento, cuando no me siento feliz, doy un paso atrás y veo que lo que está produciéndome miedo o dolor es algo de mi historia a nivel de pensamientos y creencias que está inhibiendo mi felicidad.  Contacto mis sensaciones, las escucho a través de cómo se expresan en mi cuerpo, les pongo nombre (miedo, enojo, tristeza) las siento sin juzgarlas de buenas o malas, no las resisto ni las evado, les dejo estar el tiempo que necesitan para poder escucharlas, me dan el mensaje que traen para mí, luego desaparecen y, por último, les agradezco.

Hoy siento más paz, más amor y más felicidad, y esto es porque decidí que no tengo que ser de la manera que la gente quiere que sea.  No tengo que ser lo que creo que debería ser según mis propias mentiras.  Elijo ser, quien soy y como fui creada, y disfrutar cada situación que la vida me presenta.  

Ser mi propia maestra espiritual, ha sido posible a partir del día en que decidí poner mi vida en manos de Dios, sabiendo que Él habita en mí.  Dejarle guiarme, me permite ahora ver las cosas como son, y no como yo deseo que sean.  Lo que estoy compartiendo en este blog contigo, es sobre las cosas en las que creo y el modo en que ahora vivo mi vida.  

No te puedo decir cómo debes vivir la tuya, no, pues eso no es asunto mío sino tuyo.  Solo puedo compartir contigo lo que he aprendido, honrando tu destino, respetando tus tiempos, tus caminos y tus aprendizajes.  Bendiciéndote y agradeciéndote porque eres parte, de esta Tribu de almas conscientes. 

No necesitamos aprender a amarnos.  Necesitamos desaprender todas las razones por las cuales nos rechazamos a nosotros mismos.  Don Miguel Ruíz.

Carolina Alcázar

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